Entre los malos ratos vividos a causa de su obesidad, Bree Boyce recuerda cómo odiaba su clase de gimnasia en la escuela cuando tenía 14 años. Los estudiantes tenían que correr una milla -poco más de un kilómetro y medio- en menos de 11 minutos, y los que no podían terminar en ese tiempo estaban obligados a dar vueltas alrededor de la pista durante el resto del recreo.
Sus 106 kilos eran demasiados para superar esas sencilla prueba y la chica nunca logró bajar la marca. «Algunas veces me esforcé hasta lo imposible porque estaba muy avergonzada y temerosa de lo que otros niños pudieran decir. Después de muchos intentos fallidos, perdí la esperanza».
La historia de Bree, que el próximo enero competirá por el título de Miss America tras una impresionante transformación física, no cesa de despertar admiración en un país donde los problemas de sobrepeso y las enfermedades derivadas del exceso de grasa tienen el rango de epidemia. Tras visitar al médico por un dolor en una rodilla, la chica puso en práctica lo que a la mayoría tanto le cuesta: desterrar de un plumazo sus malos hábitos alimenticios, iniciar un programa de ejercicios y no ceder hasta lograr gustarse ante el espejo.
Gracias a esa determinación, perdió la mitad de su peso en cinco años. Como regalo, empezó a participar en certámenes de belleza. A los 17, aún con unos kilos de más, ganó su primer concurso. Atrás habían quedado definitivamente las camisetas holgadas y los vaqueros de la talla 48 que tantas burlas habían generado entre sus compañeros. «Creía que ése era el cuerpo en que iba a vivir y que no había nada que pudiera hacer para cambiarlo», dijo cuando se alzó con la corona de Miss Carolina del Sur.
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